“Montón de arena “Con fe la arena
el Niño paciente eternamente espera
acaricia” al Niño Dios”
En la eternidad hay infinitos universos, con cantidades ingentes de mundos, de enormes mares, que bañan a muchísimas playas con innumerables montones de arena cuyos granos, entre los que me encuentro yo, fantasean al capricho de la brisa.
No hay reloj en la eternidad, pero si lo hubiera, el tiempo se detendría en mi playa, al mirar el Niño Dios la arena...
Contengo el aliento cuando el Niño Dios hunde sus manos en ella sabiendo que me acaricia, feliz, mientras permite que me deslice entre sus dedos.
Pero más feliz, muchísimo más, me siento yo.
El tiene infinitos universos con ingentes mundos de enormes mares, que bañan muchísimas playas con innumerables montones de arena para jugar..., pero yo le doy sentido a todo.
Sin mi, ya no sería igual, ni mi montón de arena, ni mi playa, ni el mar, ni el mundo que forma parte de uno de los infinitos universos de la eternidad.
Al Niño Dios le faltaría algo y estaría triste, y con Él su Padre y mi adorada Madre.
Soy un microscópicamente valioso, compañero de destino de un puñado entero, de la arena del Universo que me ha tocado vivir.
Para tener el honor de ser brillante corpúsculo de arena de esa celestial playa, he vivido mil vidas, con mil pruebas en cada una, que me han hecho digno de brillar como uno más, en esta ensenada.
Por eso estoy aquí. Es mi oportunidad de que, si con audaz paciencia espero a que el Niño Dios elija mi universo, mi mundo, mi mar, mi playa..., después, con un poco de suerte, juegue con mi montón de arena.
Si no es así, tendré que esperar con paz y ciencia varias eternidades más, a que el Niño Dios, vuelva a mi Universo, a mi mundo, a mi mar y a mi tranquila cala..., para verme, escucharme, observarme... y jugar conmigo.
Entonces conoceré la felicidad.
Altamira, 1 de agosto de 2011
Luis Abad